Pasamos un día entero descubriendo los tesoros de Petra, la ciudad rosada excavada en la roca, cumpliendo así nuestro mayor sueño viajero.
Petra es uno de esos destinos que hay que ver una vez en la vida: por su historia, por su belleza extraordinaria, por la posibilidad de transportarnos siglos atrás y sentir que somos unos ciudadanos más de la capital del imperio nabateo en su día a día yendo al mercado, al templo, al altar de sacrificios o al monasterio, a rezar a Dushara y Al-Uzza. Nosotros llevábamos soñando con viajar a Petra desde niños, concretamente desde que vimos Indiana Jones y la última cruzada y supimos que el cañón y la fachada del templo existían de verdad. Fue Petra la «culpable» de nuestro despertar viajero y, por ello, en cuanto pudimos, muchos años después, hicimos el sueño realidad.
Un poco de historia
En el siglo VI a.C. los nabateos llegaron a Wadi Musa (valle de Moisés) donde se encontraban entonces los edomitas. Al ser un pueblo nómada en primer lugar no realizaron ninguna contrucción, sino que se alojaban en campamentos y tiendas. Con el paso de los años, al constituirse como nudo neurálgico del paso de caravanas entre Arabia y el Mar Rojo y Damasco, empezaron a excavar en la roca hasta la construcción definitiva de la ciudad rosada del desierto: Petra.
Durante los reinados de Aretas III y Aretas IV es la época de mayor esplendor de Petra que ya en el siglo II d.C pasa a formar parte del imperio romano, perdiendo así importancia paulatinamente, hasta su abandono definitivo pocos siglos después.
En 1812, Jean Louis Burckhardt, explorador suizo, escuchó hablar de una ciudad perdida en el desierto. Ni corto ni perezoso, aprendió árabe y allí se plantó disfrazado diciendo que lo que buscaba era un guía que le llevara a la tumba de Aarón para hacer una ofrenda. En el camino, al finalizar su recorrido por el Siq, se encontró de lleno con el mayor tesoro de Petra: Al Khaznez, la fachada más famosa y espectacular de la ciudad. Y a pesar de las ganas que debieron entrarle de quedarse allí pasmado durante horas intentando digerir semejante espectáculo el pobre tuvo que disimular y hacer como que le importaba un pimiento todo lo que no fuera la tumba de Aarón. A su vuelta, la ciudad rosada del desierto excavada en la roca se dio a conocer al mundo, siglos después de su abandono y es hoy día una de las maravillas del mundo moderno.
La visita
Para visitar Petra puedes sacar entrada de uno, dos o tres días. Lo habitual es ir bastante justo de tiempo y disponer sólo de un día. Andando a buen ritmo y comiendo sobre la marcha algo que lleves ya preparado en la mochila en unas nueve horas te da tiempo a ver lo más destacado de la ciudad.
Junto a las taquillas se encuentran los beduinos que te llevan a caballo hasta la entrada al Siq por una propina (este recorrido a caballo está incluido en la entrada pero la propina es obligada). Nosotros preferimos recorrerlo andando para así disfrutar de las primeras muestras de arquitectura nabatea sin tener que preocuparnos de mantener el tipo encima del animal.
No figuran en las guías, nadie parece interesarse por ello, pero lo cierto es que durante esta primera parte del camino se ven varias puertas excavadas en la roca, posiblemente para guarecerse los guardianes de la ciudad.
La primera parada marcada son los bloques Djin, unos monolitos enormes que al parecer eran monumentos religiosos.
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Avanzando un poco más se divisa la primera edificación como tal: la Tumba del Obelisco, del año 40-70, y que tiene no uno sino cuatro obeliscos en su fachada.
El Siq
El cañón de la Media Luna de Indiana Jones es el Siq, el desfiladero más famoso de Jordania y probablemente del mundo, que se extiende durante algo más de un kilómetro hasta la fachada de El Tesoro (Al-Khazneh). Al comienzo del Siq se ven los restos del arco de entrada. En este punto existía una presa que los nabateos utilizaban para evitar inundaciones en periodos de lluvias. Durante todo el recorrido del Siq se ven además, en las paredes, los restos de los canales para el agua que aseguraban el suministro constante de agua a la ciudad.
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En este trayecto existía una calzada de la que aun pueden verse algunos restos, así como nichos y grabados bastante deteriorados en las paredes que muestran la importancia de la ciudad como paso de caravanas. El Siq en sí mismo ya es espectacular gracias al colorido de las rocas, que cambia según le dé la luz.
El Tesoro (Al-Khazneh)
Embelesado con el Siq, sobre todo si tienes la suerte de hacer el recorrido en silencio total, de repente aparece ante ti la fachada más famosa y más bella que existe: el Tesoro de Petra, la imagen con la que se asocia la ciudad.
El Tesoro, Al-Khaznez (Petra) |
Por más que la hayas visto en el cine o en fotos, no hay comparación con verla al natural. A nosotros nos dejó sin habla, sin respiración y sin capacidad de movimiento durante un buen rato.
Con sus 40 metros de alto y 28 de ancho impresiona por sus dimensiones, por estar completamente excavada en la roca y por el labrado de sus esculturas y formas: dioses nabateos, Isis y la urna que le da nombre. Según una leyenda en ella se encontraba el tesoro de un faraón egipcio. No hay más que ver los disparos que tiene para darse cuenta de la credibilidad de la leyenda para algunos beduinos.
El interior de esta tumba no puede visitarse en la actualidad y tampoco merece la pena. Al igual que las demás, es un pequeño espacio sin nada más que lo adorne, y menos aún el sello que no puede traspasar el grial que algunos creen que está ahí como en la película.
Calle de las fachadas
Cuando al fin conseguimos movernos, dejamos atrás Al-Khazneh para adentrarnos en la Calle de las Fachadas, con una serie de templos a ambos lados pero con claras diferencias: en el lado derecho vivían los ricos y en el izquierdo los pobres. Estas construcciones cumplían una doble función: dormitorio y tumba. El día los nabateos lo pasaban en la calle y sólo acudían a sus viviendas para pasar la noche o para ser enterrados allí.
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A pesar del mal estado de conservación de la mayoría de estas edificaciones no hay que dejar de entrar en todas las posibles. Están vacías, pero el colorido natural de la piedra es la mejor decoración y adorno posible.
Desde el lado izquierdo parte la escalera de subida que da acceso al altar de los sacrificios. La subida es similar en dureza a la del Monasterio, aunque el camino está en peores condiciones. Nosotros no realizamos esta visita porque vimos que los restos estaban en un estado bastante malo de conservación y preferimos utilizar el tiempo que nos requeriría en otros puntos.
La ciudad romana
La Calle de las Fachadas se adentra a continuación en la ciudad romana, cuyo símbolo más destacado es el teatro. A diferencia de los teatros romanos que podemos ver en otros lugares, incluyendo Jerash, el de Petra está excavado en la roca, al igual que el resto de la ciudad.
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Es en esta avenida y en el Cardo Máximo que arranca a continuación donde se ubicaba el centro de la ciudad. A lo largo de toda la calle se encontraban los puestos de mercaderes (hoy día ocupados por puestos de beduinos que colaboran a hacerse una idea de la vida diaria en Petra) y también varios edificios: el Gran Templo (en el lado izquierdo), el Templo de los Leones Alados y la Iglesia Bizantina. Para llegar a estos dos últimos, en el lado derecho, hay que hacer una pequeña subida. O visitar previamente las Tumbas Reales y dejar el Cardo Máximo para el camino de vuelta.
Tumbas Reales
Otro de los platos fuertes de Petra es la visita a las Tumbas Reales, por sus fachadas, el colorido de la piedra en su interior y las vistas de la ciudad romana y del conjunto que se tienen desde allí. Es desde aquí donde tuvimos por primera vez la sensación de estar de verdad en una ciudad y no sólo en una serie de ruinas dispersas. Se ven las tumbas, se ve el teatro romano, el cardo máximo, los templos… Pero, sobre todo, se ven infinidad de puertas excavadas en toda la montaña que se vislumbra.
Las tumbas destacadas son la de la Urna, de la Seda, Corintia (con una fachada similar a la del Tesoro pero en peor conservación), la del Palacio (la más grande) y la de Sixtus Florentinus.
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Si se quiere hacer un poco «el cabra» se puede continuar esta ruta hasta la casa de Doroteos pero no hay camino como tal. Desde aquí parte también la ruta Al Kubtha, más adelante hablamos de ella.
Templos e Iglesia
Descendemos desde las Tumbas Reales de nuevo a la ciudad romana para visitar en el lado derecho los mosaicos de la Iglesia Bizantina. Es aquí donde se han encontrado los únicos manuscritos de la ciudad y que tras su completo estudio y restauración serán expuestos en Ammán.
A continuación se encuentra el Templo de los Leones Alados, desde el que se obtienen unas vistas fantásticas de nuestros siguientes objetivos: El Gran Templo, la Puerta de Témenos y el Palacio de Qsar al Bint, único edificio de Petra no excavado en la roca. Toda la ciudad de Petra continúa en excavación en la actualidad, en especial el lado izquierdo. De ahí que la mejor vista del mismo sea desde la colina opuesta.
El Monasterio
Cruzada la Puerta de Témenos y el Palacio es donde se encuentran los restaurantes y aseos y donde acaban las excursiones organizadas. A nuestro juicio es un error porque el camino que lleva a otro imprescindible de Petra comienza ahí. Hablamos del Monasterio (Ad Deir). Para llegar hasta él hay que andar unos metros por un camino llano y después comenzar la subida de 800 escalones excavados también en la roca.
La subida puede hacerse a pie o en burro (por unos 7 – 10 euros, según la capacidad de regateo con su dueño). En el burro te cansas menos pero como tengas vértigo vas a pasar un mal rato seguro. Nosotros optamos por hacerlo a pie, con varios descansos para reponer fuerzas y también para contemplar, una vez más, las casas de los nabateos, el colorido de la roca y las vistas de las Tumbas Reales que se alzan imponentes en la montaña.
El Monasterio, Ad Deir (Petra) |
El camino es muy bonito, aunque cansado, pero la recompensa una vez allí es impagable. La fachada del Monasterio se alza majestuosa y en solitario en el valle de Wadi Musa. No tiene el detalle de la decoración de la fachada de El Tesoro y su acceso es infinitamente más complicado pero su mayor tamaño y el entorno en el que se halla cortan, una vez más, la respiración.
Desde aquí hay varios caminos que llevan a miradores desde los que contemplar el valle, la Tumba de Aarón, Pequeña Petra y, lo mejor de todo, el propio Monasterio.
Tanto en la subida como junto al Monasterio hay también puestos beduinos con sus productos (pañuelos, rocas, botes de arena…) y, sobre todo, agua. Aunque si podéis llevarla desde abajo, mejor, porque arriba cuesta el doble.
Ruta Al Kubtha
Dejamos atrás el Monasterio y una vez abajo tomamos el Cardo Máximo en dirección de nuevo a la tumba de Sixtus Florentinus. En un puesto cercano nosotros contratamos como guía a Fosiye (no sabemos cómo se escribe realmente), una beduina de unos 40 años y un buen trancazo que por 10 dinares no dudó en dejar a sus pequeños a cargo de su puesto mientras nos mostraba el camino a lo que sería el postre de un día perfecto en Petra.
La fachada de El Tesoro era el motivo para llevarnos a Petra y nuestro objetivo era verla desde todos los ángulos posibles. Por ello, tras ver las fotos del post de Photoviajeros no dudamos en hacer el último esfuerzo del día y realizar la dura subida de la ruta Al Kubtha.
Si las mejores vistas de las Tumbas Reales se tienen desde la subida al Monasterio, nada como esta ruta para ver en primer lugar una panorámica inigualable de toda Petra y después de su tesoro desde lo alto, completamente en solitario.
El Tesoro de Petra desde la ruta Al Kubtha |
La subida es dura, más que la del monasterio (quizá tamibén porque aquí ya llevábamos más de seis horas sin descanso, subida al Monasterio incluido) aunque el camino no es malo. De nuevo son escalones hechos en la roca y rampas que suben implacablemente sin una sola tregua. Pero las vistas al acabar la subida son premio más que suficiente. Desde aquí arriba puede contemplarse también el altar de los sacrificios con sus obeliscos.
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Nuestra guía no sólo nos ayudó en los puntos más complicados de la ruta, sino que además amenizó la subida enseñándonos el colorido de ciertas piedras al romperlas, el lagarto azul endémico de esta zona (difícil verlo en las zonas más transitadas, nosotros conseguimos ver uno junto al Templo de los Leones Alados y otro en esta ruta), la flora local y varios restos de cerámica nabatea que encontramos por el camino. Fosiye también nos enseñó su particular tesoro: una pequeña colección de monedas nabateas que había ido encontrando a lo largo de los años y que guarda con mimo en su pañuelo y enseña orgullosa.
Monedas nabateas |
Finalizada la subida y tras un tramo más o menos llano llega un punto en el que es muy fácil despistarse, aunque haya una indicación pintada en la roca del suelo, el instinto te lleva a cualquier otro camino menos ese. El problema además es que es difícil encontrarse a alguien aquí, nosotros hicimos la ruta completa más una parada de unos 30 minutos sin toparnos con nadie.
Una vez que se ve el puesto beduino sólo hay que seguir el mejor camino hacia él, ya que es allí desde donde se obtiene la preciada vista de El Tesoro que, de nuevo, deja sin palabras. En el puesto se encuentra uno de los sobrinos de nuestra guía que tiene su propia colección de piezas nabateas que te enseña con orgullo mientras te tomas un té y admiras las vistas que tiene desde su puesto de trabajo cada día.
Toca despedirse de Petra, aunque afortunadamente el camino de vuelta lleva de nuevo al Tesoro. Nos despedimos de la maravilla de las maravillas desde el Siq, que volvemos a recorrer una vez más en silencio y en solitario. El color de la piedra es distinto al atardecer. Nuestras sensaciones también.
Cuando sueñas tanto tiempo con algo las posibilidades de decepción son elevadas. Habíamos visto tantas fotos, leído guías y libros sin parar durante semanas antes que cometimos el error de pensar que no podría sorprendernos, que la fachada del Tesoro era todo el premio que obtendríamos y que la avalancha turística nos impediría disfrutarlo al máximo. No podíamos estar más equivocados. En casi diez horas descubrimos que el Siq y el Tesoro son sólo el mejor comienzo posible para una experiencia única. Ayudó sin duda el hecho de estar casi solos todo el tiempo, acompañados la mayor parte del tiempo exclusivamente por beduinos con sus puestos, burros y camellos que consiguieron hacernos sentir aun más que éramos espectadores de lujo de la vida de otro siglo. Petra no sólo no defrauda, sino que supera todas las espectativas que puedas imaginar.
Imprescindible en petra
Aquí os dejamos una pequeña lista de lo que no podéis dejar de hacer y ver en un día en Petra:
- Recorrer, o al menos intentarlo, el Siq en solitario.
- Contemplar cada centímetro de la fachada de El Tesoro.
- Intentar ponerse en la piel de Jean Louis Burckhardt para ver si eres capaz de contener la emoción ante semejante maravilla.
- Subir al Monasterio y deleitarse con las vistas desde todos los ángulos posibles.
- Si como a nosotros, Indiana Jones fue quien te descubrió Petra, no dejes de hacerle su justo homenaje: una foto en la fachada de El Tesoro con un cáliz (vale hasta un vaso de plástico) nada más llegar y terminar el día con un «Henry, Indy seguidme, conozco el camino» mientras comienzas el recorrido de regreso por el Siq.
- El día anterior a tu visita o ese mismo día al acabar, ver la puesta de sol sobre el valle de Wadi Musa desde arriba, vislumbrando bajo tus pies la entrada al Siq.
Atardecer sobre Wadi Musa |
Información práctica
Guía recomendada: nosotros íbamos con guía privado (excepto en las subidas al Monasterio y Al Kubtha) pero la verdad es que no nos habría hecho falta ya que llevábamos la audioguía gratuita de Viator aprendida casi de memoria. Aconsejamos también la lectura del libro «Petra: A Brief History» de David Tschanz para aquellos que les guste profundizar en la historia.
Alojamiento: junto a las mismas taquillas de Petra hay varios hoteles. Nosotros nos alojamos en el Movenpick Nabatean Castle y está muy bien. En el buffet del desayuno vimos como la gran mayoría de los huéspedes se llevaban sus bocatas para después e hicimos lo mismo. Gracias a eso comimos algo mientras andábamos durante la visita porque no estábamos dispuestos a parar para ello.
Cómo llegar: a Petra se llega fácilmente en algo más de un hora desde Wadi Rum y unas dos horas desde Ammán. Desde allí hay agencias que ofrecen la excursión de un díam lo malo es que no dispones de tantas horas para ver la ciudad.
Enlaces de interés:
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